Reproducimos una entrevista realizada al cineasta Alberto ‘Chicho’ Durant, quien se encuentra próximo al estreno de su última película “Cuchillos en el cielo”, el 31 de enero. También cuenta acerca de cómo se inicio en el camino cinematográfico dejando de lado su profesión de economista y aborda la problemática de la poca cantidad de público que tienen las películas peruanas.
Autor: Gonzalo Pajares
Cuchillos en el cielo es la nueva película del cineasta Alberto ‘Chicho’ Durant. La cinta narra la historia –basada en un hecho real– de una mujer condenada equivocadamente por terrorismo, quien es violada en la cárcel. Su drama se hace más grande pues, producto de la violación, tiene una hija. Al salir de la cárcel va en busca de justicia. La cinta se estrena el 31 de enero.
Estudiaste Economía, pero dejaste esa carrera por el cine…
Yo no tenía un gusto especial por el cine hasta que en el último año de Economía, carrera que hice en Estados Unidos, tuve que matricularme en un curso electivo para completar mis créditos. Quise estudiar Fotografía pero ya no había cupos, pero sí algunos en Crítica cinematográfica. Yo no sabía qué era eso. Me dijeron que era simple, que debía ver una película a la semana y escribir un ensayo con mis apreciaciones. Me sonó bonito. No imaginé que esa experiencia me iba a destapar el cerebro…
Y a cambiar la vida…
Allí me animé a hacer una peliculita experimental, pues me fascinó esta cualidad que tiene el cine de transmitir, sin texto, un concepto, una idea, un sentimiento. Tener a 40 personas en una sala a oscuras viendo lo que había hecho me atrapó por completo. Regresé al Perú y, a pesar de esto y durante tres años, me dediqué a la Economía.
¿Cuándo y por qué decidiste abandonarla del todo?
Los fines de semana me dedicaba a ir a cineclubes. Allí conocí a mucha gente interesante, cuya onda –hacer y ver cine– me parecía fantástica. Con unos amigos hicimos, en la casa de Cristina Gálvez, un cineclub. Y también decidimos hacer un documental sobre la procesión del Señor de los Milagros, tarea que nunca terminamos –editábamos tijera en mano– porque no sabíamos cómo construir un relato cinematográfico. Entonces le dije a mi padre que quería estudiar cine. Él, quien era muy sabio, me dijo: “Trabaja un año, ahorra, y si aún mantienes ese deseo, vete, porque en la vida uno debe hacer lo que uno quiere”. Al año siguiente me embarqué a Bélgica.
¿Valió la pena?
Yo repito la frase de Paul Auster: “Yo les aconsejo a todos los jóvenes que vienen a buscarme que no sean escritores. Aquellos que no me hacen caso son los que tienen la vocación” (ríe). Esta carrera es muy dura, muy competitiva, llena de obstáculos, de frustraciones, de mala leche, pero si se persiste se pueden encontrar satisfacciones.
Y tú persististe…
Es que se empieza a convertir en un modo de vida. Contar historias es lo que más me llena. Y si no puedo hacerlo a través del cine se las diré a mis amigos o escribiré algunas cuartillas. El cine me fascina por su capacidad intrínseca de sorprenderte, de asombrarte. Además, el cine es el arte de lo posible y del sacrificio.
¿Sientes que el cine es una síntesis de todas las artes?
No lo he racionalizado así. Me gustan mucho el teatro, la música, la danza, la pintura, la poesía y la narrativa peruana y latinoamericana. El cine no es la suma de las partes; puede tener poesía, música, danza, pintura, pero es otra cosa: te da y te quita todo. En el cine hay que tomar en cuenta los factores industrial, comercial y económico, en cambio, el poeta es libre, no escribe para que lo lean. Yo decía que hacía películas para que las vea el público, pero estoy empezando a reformular estos sentimientos.
¿Los reformulas en Cuchillos en el cielo?
Es una película dura, fuerte; un drama que está muy bien contado. Su ritmo va in crescendo. Me han dicho que comienza lento, pero necesita ese ritmo inicial para crear una atmósfera pero, después, ya no soltará al espectador, en quien yo siempre pienso.
¿Qué tan concesivo debe ser un cineasta?
En Europa, las ayudas al cine que dan los estados van dirigidas hacia la renovación del lenguaje cinematográfico. El caso peruano está dividido, como nuestro país, que es tan diverso. En 2012 se estrenaron ocho películas –pero se hicieron 25– y a la mayoría le fue mal. Hablemos de El buen Pedro y Cielo oscuro, películas distintas, pero con intereses comerciales. En términos de público –no hablo de terrenos artísticos–, no funcionaron. Pronto se estrena Asu Mare, la película de Carlos Alcántara, si esa cinta no funciona, ya nada funcionará. El público peruano tiene un olfato alucinante… aunque para mí es un enigma. Debemos salir de los paradigmas anteriores: yo tuve varias películas de más de 100 mil espectadores, pero hoy eso no es posible: nuestra media de espectadores es estándar, en el Perú vamos al cine una vez al año.
¿Qué hacer, entonces?
Cada cineasta debe hacer la película que quiere hacer. Yo no hago cine ‘personalísimo’, yo busco historias mediáticas, que conecten con la gente. Con Cuchillos en el cielo no me estoy haciendo tantas ilusiones para que la caída no duela tanto (ríe). Mis aspiraciones son menores… y todo lo que venga por encima me va a hacer sonreír (y ríe).
AUTOFICHA
– Tuve la suerte de conocer a Rossellini y de conversar con él. Yo escribo todos mis guiones. Como dice Godard: “Detrás de una cinta hay cinco más escondidas”.
– Cuchillos en el cielo trata del dilema que hay entre hacerle justicia a la víctima o al victimario. En la cinta, la protagonista cuida a la víctima.
– No hago películas para festivales. Yo quiero contar las historias que me han impactado, aquellas que cuando las he contado, la gente ha dicho: “Qué increíble”.
Fuente: Perú 21